Llovió...
Llovió como tiene que llover,
con esa vehemencia que trae aparejada la naturaleza,
con esas ganas de refrescar el tiempo,
con agua fresca mecida por el viento...
Las calles desoladas, nadie pasaba,
el viento arremetía contra los árboles,
jugando con sus copas, que iban y venían
con las veredas empapadas y las calles abnegadas...
Algún osado intentaba caminar entre la lluvia,
chapoteaba a cada paso,
se recubría en cada alero que estaba,
aun así no bastaba, se mojaba...
No duro mucho, pero duro lo que tenía que durar,
lo que se necesitaba para refrescar,
quedaron las calles con ese color oscuro,
con la gente abrigada,
con esta sensación de calma... tras la tormenta.
Fernando Alberto Rodríguez Fernández.